Con la impronta de su humor, Tin Tan delata y hace presente lo oculto en el México de la primera mitad del siglo xx, otorgando a varios estratos de la sociedad mexicana la posibilidad de reconocerse a sí mismos. Incorporando la idiosincrasia del México rural, de nuestra herencia indígena, de los estratos sociales marginados por el avance de las urbes y la clase proletaria post-revolucionaria, que encarnan el México de entonces.

En una entrevista, Lauro Zavala escritor y crítico de cine, mencionó: “Roland Barthes decía que el lenguaje, con sus normas lingüísticas, impone un orden fascista, y el espacio donde podemos escapar de esas normas se llama literatura. En este sentido, el habla de Tin Tan es una forma de poesía popular, espontánea, comunicativa, que es la más importante que hay y a la que aspiran todas las voces poéticas”.

En lo macro, la comedia y la época de oro del cine mexicano fueron corolario adyacente al nacimiento del Estado revolucionario; herederas de la gran depresión del 29; azotes de las burguesías modernas; presas del periodo interbellum o entre guerras; blanco de la narrativa fascista y testigo del milagro mexicano conocido como el periodo de desarrollo estabilizador.

Soslayar lo anterior, imposibilita una otra aproximación integra a la lectura del personaje y al individuo en términos socioculturales. La impronta humorística de

Tin Tan oscila entre los galopantes atisbos de modernidad en México y una resistencia posmoderna a una absurda lectura lineal del progreso que dejaba de lado las asimetrías y disonancias ante el discurso oficial moralizante de la construcción nacional e identitaria frente a un intrincado sincretismo cultural que avecinaba el siglo xxi.