Museo Kaluz

Bajo el mismo México. Las colecciones Kaluz y Juan Coronel Rivera (1921-1973)

08/02/25 – 15/09/25. Museo Kaluz, primer piso
Esta exposición presenta dos colecciones: la del Museo Kaluz y la de Juan Rafael Coronel Rivera, estableciendo un diálogo entre sus obras. La Colección Kaluz surge del disfrute personal de Don Antonio del Valle, quien, de forma independiente y con el apoyo de asesorías especializadas, comenzó a formar un acervo que daría origen a este museo. Por su parte, la Colección Juan Rafael Coronel Rivera tiene un origen familiar, un legado que el coleccionista ha continuado enriqueciendo a lo largo de los años. Aunque con enfoques distintos y diversas manifestaciones artísticas, ambas colecciones comparten el propósito de preservar, coleccionar y difundir el arte mexicano. 

Este compromiso está estrechamente vinculado al contexto histórico de principios del siglo XX, una época en la que México experimentó una profunda transformación cultural,  impulsada por movimientos artísticos que reconfiguraron el panorama estético. La Escuela Mexicana de Pintura fue fundamental en la ruptura con los métodos tradicionales europeos, promoviendo un arte comprometido con los ideales sociales y políticos de la posrevolución. Al mismo tiempo, las nuevas generaciones de artistas comenzaron a explorar temáticas y corrientes innovadoras, contribuyendo a la consolidación de una identidad artística plural.

Las colecciones de esta exposición, reúnen a artistas emblemáticos como a otros creadores poco atendidos en su tiempo, cuyas obras adquieren una nueva relevancia al ser descubiertas. Con un enfoque en el periodo de 1921 a 1973, esta muestra presenta más de 90 obras distribuidas en cinco secciones: retrato, paisaje, costumbrismo, naturaleza muerta y surrealismo.

Núcleos temáticos

1. Retratos y autorretratos

El retrato es uno de los géneros más explorados en la pintura mexicana. Desde las representaciones solemnes e idealizadas de la academia, hasta propuestas estéticas que rompieron con convenciones anticuadas, este género muestra las complejas transformaciones de la sociedad mexicana. El retrato fungió como un reflejo que buscaba capturar la identidad, ya sea del mismo artista en un autorretrato o, de  personajes de distintos estratos sociales retratados a través de rasgos, posturas y símbolos que corresponden a los ideales de una época. La presente sección busca mostrar parte de la diversidad de formas, técnicas y materiales, el talento y la expresividad de autores del arte mexicano.

2. Paisaje rural, urbano y paisaje arquitectónico
El paisaje como género pictórico autónomo surge en el siglo XIX, como se puede observar en las obras de los pintores viajeros que exploraron el territorio y en los trabajos de destacados maestros del género en la Academia de San Carlos, en un momento clave para la conformación de la identidad nacional. Tras la Revolución, el paisaje se convirtió en una herramienta para explorar la mexicanidad, enfocándose en las características regionales de la geografía, la flora y la naturaleza del país. Se representaron tanto plazas, monumentos y sitios arqueológicos, como valles, cerros, cañadas y llanos, tanto en áreas rurales como urbanas. Algunas obras integran edificaciones, reflejando el paisaje urbano y el proceso de industrialización y modernización que vivía el país. Un reflejo de diversas latitudes, esta sección presenta las distintas formas en las que el paisaje fue percibido desde diferentes perspectivas y narrativas.

3. Costumbrismo rural y urbano

Durante los primeros años del siglo XX, emergió en la pintura mexicana un realismo local que reflejaba las tensiones políticas del momento. Las representaciones de indígenas, campesinos y obreros se convirtieron en protagonistas, siendo retratados en una diversidad de oficios como herreros, albañiles y mineros, entre otros. Además, se sumaron personajes de las periferias urbanas, como los payasos callejeros, los tragafuegos y escenas que capturaban la vida nocturna. Los artistas presentes en ambas colecciones adoptaron un enfoque costumbrista que capturaba los diversos rostros de la sociedad, reflejando en ocasiones, luchas sociales ocurridas tanto en el entorno nacional como el internacional.

4. Naturaleza muerta
Una de las temáticas más fructíferas en el campo de la pintura mexicana es la naturaleza muerta o bodegón. Desde las vanitas hasta la herencia del academicismo, estas obras se adaptaron a las interpretaciones posrevolucionarias, mezclándose  con distintos elementos que remiten a  lo onírico, manteniendo su carácter representativo de influencia nacionalista. La importancia de este género en ambas colecciones es ejemplificada a través de la diversidad de autores presentes, quienes comúnmente empleaban los bodegones en su práctica de manera subjetiva como un ejercicio estético de composiciones en busca de armonías formales, cromáticas o simbólicas.  

5. Entre la pintura metafísica y surrealista
Desde la década de 1920, numerosos artistas mexicanos que habían estudiado o viajado a Europa comenzaron a crear obras influenciadas por la pintura metafísica, un estilo vanguardista que indagaba en conceptos de misterio, tiempo y existencia más allá de la realidad tangible. Varios de estos artistas lograron fusionar estos aspectos con rasgos  identitarios propios. De manera similar, la Escuela Mexicana de Pintura, marcada por la visita de algunos miembros del movimiento surrealista a México en los años treinta, así como por la Exposición Internacional del Surrealismo en la Galería de Arte Mexicano, integró ciertos aspectos metafísico-surrealistas en su producción pictórica. Esta influencia permeó el panorama artístico durante la década de los cuarenta, especialmente con la llegada de los exiliados españoles, y continuó vigente hasta los años setenta. 

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